23 ago 2012

Epílogo: consejos para el Camino de Santiago en bici

La Compostela es el documento que acreditará que hemos completado el Camino. Se obtiene en la Catedral de Santiago, donde tendremos que enseñar antes nuestra credencial del peregrino debidamente sellada.


Llegados a este punto, y desde la atalaya que me proporciona haber terminado mi primer Camino en bici, ha llegado el momento de pontificar con el dedo en alto.

Bueno, no. Es broma. Los consejos que ofrezco a continuación son fruto de mi propia experiencia, por lo que pueden diferir de los que os darían otros bicigrinos más veteranos. A la hora de preparar vuestro propio Camino será cuestión de contrastar opiniones y actuar en consecuencia.

Yo sólo puedo decir que me ha ido bien así.

 
EL ENTRENAMIENTO

El entrenamiento es importante pero no debe convertirse en una obsesión.

Si montas con cierta frecuencia posiblemente te vale con una puesta a punto. Te puedo poner mi ejemplo. Durante el invierno yo suelo salir una vez por semana, y hago alrededor de 30-40km por los alrededores de Madrid (quien que conozca el entorno de la capital sabrá que está trufado de continuos repechitos, pero que no es un terreno especialmente exigente). Partiendo de esa base, he hecho un entrenamiento específico para el Camino durante el mes inmediatamente anterior. El entrenamiento ha consistido en hacer alrededor de 700km repartidos en 20 días, es decir, una media de 35km diarios. Es verdad que me he exigido en las salidas para compensar la falta de kilometraje, pero sin hacer locuras. También he intentado rodar varios días seguidos cuando me ha sido posible con ánimo de que el cuerpo se acostumbrase al esfuerzo continuado.

Con eso no he tenido problema para promediar unos 100km al día en el Camino. Y, desde luego, no intentaba batir ningún récord.

A partir de ahí debes sacar tus propias conclusiones.


LAS COMIDAS

La comida va por gustos. Yo he ido en plan low-cost porque no me importa comer y cenar de bocata, coca-cola, fruta y chucherías a diario. La verdad es que casi no he probado casi nada caliente: sólo una pizza en Frómista, un filete con patatas en el hostal donde pernocté en Burgos y una tortilla de queso la noche que pasé en Santiago. Casi todo lo demás, quitando algún bocata puntual en algún bar, ha venido directamente de la estantería del supermercado.

Todas las tardes, después de aposentarme en el albergue y darme una ducha, salía a dar un paseo y a comprar algo para cenar y el desayuno del día siguiente (saliendo a las seis de la mañana es difícil encontrar sitios donde desayunar). Habitualmente he hecho la compra en supermercados, puesto que tiende a salir más barato. En conjunto he gastado unos 15€ diarios en comida. Incluyo ahí también la comida principal del día y las distintas paradas para reponer fuerzas durante la marcha, que solían ser más en tiendas de alimentación que en bares.


A lo largo del Camino Francés encontramos multitud de tiendas de alimentación donde aprovisionarnos a precios muy competitivos. Es por ello recomendable no llevar la comida a cuestas. Si optamos por otros itinerarios, como el Camino Primitivo o la Vía de la Plata, encontraremos que la distancia entre puntos de aprovisionamiento es, por lo general, bastante mayor. Por tanto tendrá más sentido llevar el alimento con nosotros.
He visto que mucha gente compraba toda la comida del día en el punto de partida y se la iba zampando a medida que avanzaba la jornada. No me parece descabellado en el caso de los caminantes: normalmente tardan mucho en llegar de un pueblo a otro, por lo que el hambre les puede sorprender en cualquier sitio. Sin embargo, creo que tiene mucho menos sentido en el caso de los ciclistas, ya que nosotros cubrimos las distancias mucho más deprisa. De hecho, me atrevo a decir que muy pocas veces tardamos más de media hora en enlazar dos pueblos consecutivos (quitando las zonas de montaña). Por ello pienso que en nuestro caso no es necesario pasear la comida de un lado para otro. Podemos comprarla directamente según vayamos llegando a cada sitio. Gastaremos exactamente el mismo dinero y reduciremos el peso a transportar.

Sí es conveniente llevar siempre alguna cosilla en la bolsa del manillar que nos permita echarnos algo en el buche a cada rato: una lata de aquarius, unos frutos secos o unos caramelos pueden salvarnos de una buena pájara.

Otros bicigrinos prefieren comer siempre caliente y tomar cañas o cafés a cada rato. Si te decides por esa opción posiblemente comerás mejor, pero también te saldrá algo más caro (yo calculo que un mínimo de 30-40€ por día, dependiendo de los sitios, el menú y el número de consumiciones).


EL ALOJAMIENTO

En el Camino Francés hay un albergue en cada esquina. El precio de los albergues suele andar entre cero (donativo libre) y diez euros. Por esas módicas cantidades tendremos derecho a comodidades básicas como una cama donde dormir, un baño donde darnos una buena ducha y un pilón donde lavar la ropa. Para acceder a los albergues deberemos presentar siempre nuestra credencial del peregrino.


Los albergues constituyen un punto de reunión entre los peregrinos

Aunque la mayoría de los albergues están aceptablemente limpios, los hay cuyas condiciones higiénicas dejan algo que desear. Por ello es conveniente llevarse un saco de dormir compacto (cuya bolsa con la toalla dentro puede servirnos de almohada) y unas chanclas.

Los albergues nos permiten además hacer amigos, ya que casi siempre es fácil entablar conversación con nuestro compañeros de habitación. Esta es, sin duda, una de las partes más recomendables y entrañables del Camino.  


EL EQUIPAJE

El equipaje es crucial, ya que todo el peso muerto que llevamos encima incide negativamente sobre nuestra capacidad de esfuerzo.

La mayoría de la gente recomienda llevar una mochila a la espalda o alforjas en el transportín, siendo la segunda opción la preferida por los veteranos.

Yo abogo por una tercera vía. En mi opinión, la opción buena es acoplar una mochila pequeña, tipo camelback, al transportín. Lo que no quepa ahí es peso de más.

La mochila es incómoda para trayectos largos y puede ocasionarte rozaduras y otras lesiones, mientras que las alforjas invitan a meter más cosas de las que realmente necesitamos. Además, tenderán a desequilibrarnos en los descensos si no repartimos adecuadamente el peso. Para otro tipo de travesías, con menos puntos de avituallamiento, no dudaría en recomendar estas últimas (acompañadas de una saludable dosis de prudencia). Sin embargo, en el Camino Francés hay todo tipo de servicios cada pocos kilómetros, a menudo a precios muy competitivos, por lo que no vale la pena pasear bultos de un lado para otro.

Algunos de los puntos de avituallamiento que encontraremos son de lo más pintoresto: en la imagen, el Mesón Cowboy.

Los seis kilogramos escasos de equipaje que llevaba en el transportín han sido objeto de más de una mirada de envidia por parte de otros bicigrinos. Algunos incluso me han dicho que han tenido que mandar a casa cosas por Seur, y que ojalá hubiesen ido así de ligeros.

Sólo puedo decir que estoy muy contento con mi política de equipaje y que no he echado nada en falta...

Bueno, en realidad sí, alguna cosilla me ha faltado. Eché en falta un bote pequeño de grasa para la bici en Lédigos (por suerte, mis amigos cartageneros me dejaron un poco) y unos guantes largos la mañana de Ponferrada porque hacía fresquete, pero nada más. Errores de principiante, claramente. Sin embargo, ambas cosas habrían cabido en la camelback, por lo que me reafirmo en mi postura.


LAS GUÍAS Y LA ORIENTACIÓN EN MARCHA

Para ser una ruta lineal de cientos de kilómetros a través de zonas rurales y pueblecitos perdidos de cuatro comunidades autónomas distintas, el Camino está francamente bien señalizado.

Aun así, habrá algunos momentos donde sea más fácil perder el itinerario de flechas amarillas, sobre todo en el interior de los núcleos urbanos más importantes. Si nos ocurre, lo más socorrido es buscar gente andando con la mochila a la espalda y seguir su estela. Eso casi nunca falla. Alternativamente podemos ir a la iglesia o catedral de turno, ya que el Camino nunca deja de lado los templos importantes. No podemos olvidar que esta peregrinación tiene su origen en un acendrado sentir religioso.

Flechas, cruceiros, carteles, vieiras, mojones... el Camino Francés está sorprendentemente bien señalizado, por lo que orientarse no es difícil. Aun así, perderse no resulta del todo imposible (sobre todo en los núcleos urbanos), así que atención a las bifurcaciones.
Hoy en día disponemos de avanzados sistemas de orientación como la tecnología GPS. Sin embargo, las guías nos proporcionarán un buen apoyo a la hora de planificar las etapas y dosificar los esfuerzos de un día para otro.


LA PLANIFICACIÓN DE LAS ETAPAS

Muchas personas aconsejan planificar el Camino dejando algún día (o días) intermedios de descanso. No olvidemos que una avería o una lesión pueden dejarnos fuera de combate durante algún tiempo.

Yo salí con ánimo de tardar once o doce días y sin billete de vuelta a Madrid. Al final tardé ocho días y tuve que hacer una noche en Santiago (cosa que no tenía prevista). Las cosas podrían haber salido de cualquier otra manera y (quitando situaciones trágicas) esta estrategia me habría dado suficiente margen de adaptación. Por ello creo que fue la acertada. No dudaría en recomendar que todo el que pueda haga las cosas así.

Al final de la jornada, nada mejor que un paseo

Una vez en marcha, cada uno hace el Camino como quiere: unos peregrinos disfrutan más la parte "deportiva", es decir, de pasar muchas horas sobre la bici y de cubrir muchos kilómetros al día; otros, por su parte, dan prioridad a relacionarse con los demás peregrinos y prefieren parar a menudo para disfrutar del entorno. Tampoco falta quien se lo toma como un ejercicio introspectivo o quien va con ánimo de salir de fiesta por las noches.

Todas las actitudes son válidas. Lo importante es disfrutar de la experiencia con el objetivo que cada uno lleve en mente, sea este espiritual, religioso, lúdico, deportivo o turístico.

Siendo un perfecto inculto en materia de patrimonio histórico-artístico, teniendo todo el tiempo del mundo para pedalear y, sobre todo, yendo solo, yo he terminado por inclinarme más por la vertiente deportiva.

Sin embargo, creo que hay una regla que puede servir en todos los casos: conviene dedicar un tiempo a preparar la etapa de cada día durante la noche anterior, estableciendo hasta qué localidad sería deseable llegar teniendo en cuenta que siempre pueden surgir contingencias que alteren nuestros planes.

Personalmente yo me marcaba tres destinos posibles: "quiero llegar hasta A, pero si veo que voy bien de fuerzas y de tiempo seguiré hasta B; si por el contrario el día no acompaña o sencillamente no me apetece rodar más me quedaré en C". Con eso evitaba presionarme excesivamente con los kilómetros a cubrir y también evitaba eternizarme con etapas demasiado cortas.


EL CASCO

Algún lector del blog me ha preguntado por qué nunca salgo con el casco puesto en las fotos. Me parece una apreciación válida, ya que

EN BICI HAY QUE LLEVAR SIEMPRE EL CASCO

Si en las fotos (en las que siempre salgo parado) aparezco sin él es porque dejándomelo puesto no se me ve la cara. Simple y llanamente.

Desde luego, no me lo he llevado para pasearlo en plan peso muerto sobre el manillar a lo largo de los ochocientos kilómetros que separan Roncesvalles de Santiago.

Espero que vosotros tampoco. :)

Rodar acompañado es siempre deseable, puesto que hace más seguro y llevadero el Camino. En la imagen, mis amigos cartageneros cruzando el puente medieval de Hospital de Órbigo.


LOS PÁJAROS

Los pájaros son seres emplumados que se caracterizan por la frenética actividad de su aparato excretor, mucho más desarrollado que el de los demás seres vivos.

Para evitar situaciones desagradables es conveniente no arrimarse mucho a las paredes, ya que estas simpáticas criaturas tienden a posarse en los aleros. Alternativamente podemos quedarnos con el casco puesto cuando nos sentemos a descansar a la sombra, sobre todo si hay alguna fuente cerca para lavarlo después.


LOS CAMINANTES

A lo largo del Camino nos daremos cuenta de que estamos en franca minoría con respecto a los caminantes; no así con respecto a los jinetes, que son muy poquitos. Aunque nos moveremos más rápido que ellos, conviene saber que ambos colectivos tienen prioridad de paso sobre las bicicletas, por lo que es necesario extremar la paciencia y la educación allá donde nos crucemos.

La catedral de Santiago de Compostela
Aminorar la velocidad cuando vayamos a adelantar a unos y otros es más que recomendable, sobre todo teniendo en cuenta que la bici es más silenciosa de lo que nosotros pensamos, y que frecuentemente no nos oirán llegar hasta que estemos prácticamente encima. Esto es especialmente importante en el caso de los caminantes, puesto que se mueven más despacio que nosotros y a menudo lo hacen torpemente debido a las ampollas y dolores en las articulaciones que les produce la marcha. En el caso de los jinetes lo importante es no espantar al caballo, puesto que esto puede tener consecuencias imprevisibles.

Recomiendo encarecidamente llevar un timbre en el manillar. Yo no llevé uno porque me parecía que era cosa de niños pequeños y bicis con ruedines, pero me he dado cuenta de que resulta extremadamente útil para avisar a los caminantes y a los caballos de que nos estamos aproximando. Así nos ahorraremos frenar hasta casi pararnos en muchas ocasiones. Además, siempre es más agradable avisar con un golpecito del timbre que con un "¡BIIIICIIIII!" a grito pelado.

Es frecuente que los caminantes ocupen el ancho de la vía. Para pedir paso resulta extremadamente útil llevar un timbre.
También es bueno ser agradecidos con las personas que nos dejan paso. Entre los caminantes (no los del Camino, sino en general) los bikers tenemos una merecida fama de maleducados, cuando no de kamikazes, debido a nuestra costumbre de pasar a toda leche junto a ellos por estrechos senderos pedregosos. En algunos sitios, léase por ejemplo la Sierra de Guadarrama, la bici de montaña comienza a estar proscrita. No me cabe la menor duda de que esto en parte porque las muchas quejas que las administraciones públicas reciben en este sentido. Creo que las cosas mejorarían bastante si realizásemos estas maniobras de forma menos ostensible y nos girásemos para dar las gracias cada vez que un caminante se aparta para facilitarnos las cosas.

No podemos olvidar que el Camino es de todos, y que la libertad de uno siempre termina donde empieza la de los demás.



En fin. Con estos últimos comentarios sobre la moral y las buenas costumbres se me ha acabado el rollo. Espero que te sea útil a la hora de planificar tu propia aventura.

Buen Camino, bicigrino.